viernes, 5 de junio de 2009

Una mezcla de sentimientos

Después de dos años y medio de vivir en Madrid finalmente el Estado español me ha concedido el bendito NIE. Para quienes no lo sepan, el NIE es como el dni español para los extranjeros. Una credencial que te habilita para residir de manera legal en España. Nada más y nada menos. Sin embargo, acceder a este numerito no es una tarea fácil. O bien tenés una visa de estudios que, al llegar a España, la canjeas por un NIE que, en este caso, será temporal y sólo te permitirá trabajar unas cuatro horas diarias, o venís con un contrato de trabajo que te habilita para obtener el "pase de la suerte".

En mi caso, el tema fue por otro lado. Llegué a España en diciembre de 2006 con intenciones de estudiar un Postgrado. Vine sin visa de estudio -porque te pedían una cantidad de dinero que simplemente no tenía- y menos con un contrato de trabajo. Por suerte, la Universidad no discrimina a los estudiantes permitiéndote estudiar tengas o no visa de estudio, residencia, NIE o nacionalidad comunitaria. En cuanto al trabajo, algo siempre se encuentra. En mi caso, trabajar unas cuantas horas en un bar, ha sido suficiente para sobrevivir dignamente.

Pero claro, esta situación se aguanta sólo por un tiempo. Asi que, una vez en Madrid, empecé con el interminable trámite para solicitar la nacionalidad española por excepción. Vale aclarar que mi abuela nació en España, en un pueblito de Salamanca -Santa María de Sando-, de unos 170 habitantes y que, en tiempos de la República, salió del país con apenas unos meses de vida en brazos de su madre, mi bisabuela, en busca de una vida mejor. Además y justamente por esta historia mi papá tiene la doble nacionalidad (española-argentina). Después de leer esto muchos se preguntarán por qué no tengo la nacionalidad con semejantes antecedentes. No se preocupen, yo también me lo sigo preguntando. Según la ley, la cuestión es que cuándo mi papá obtuvo su doble nacionalidad yo ya era mayor de 21 años- por unos escasos meses-, por lo que no se me otorgó automaticamente como sí fue el caso de mi hermano nueve años menor que yo.

¿Qué pasó? En resumen: largas colas en la plaza de Jacinto Benavente para nada. Discusiones con la señora del mostrador de entrada que no tenía la menor idea de lo que le estaba hablando o simplemente horas de demora para que finalmente un señor con cara de nada te diga que te equivocaste, que para lo que solicitás tenés que acercarte a otra oficina cinco calles más alla. Sí, desesperante. Libros enteros me leí en mis excursiones por aquellos pagos. Y todo, para nada. Bueno, para nada no. Me sirvió para darme cuenta de la horrible burocracia que existe en este país. Me sirvió para mirar a los ojos a todas aquellas personas que hacían cola como yo desde tempranas horas y que, sin embargo, no perdían la calma por nada. Me sirvió para darme cuenta de que ahí, justo en ese momento, todos eramos iguales. No importaba el color de la piel, la nacionalidad, la edad, ni nada. Todos estabamos ahí por lo mismo: para pedir, rogar, que nos otorgasen un papelito que nos sacara de la clandestinidad en la que vivíamos y así convertirnos en personas con plenos derechos. Nada fácil.

Una vez concluído el trámite, lo único que queda es esperar. Y sobre todo tener mucha paciencia. En mi caso, la hora de la verdad llegó seis meses después. Y llegó en forma de sobre. Un sobre que podía cambiar mi situación. Teniendo en cuenta que llevaba más de un año viviendo en Madrid, un SI hubiera sido la mejor de las noticias. Sin embargo fue un NO. Un NO que me quitó de un plumazo toda esperanza de conseguir mis papeles que, digan lo que digan, estoy convencida de que me corresponden.

Sin embargo, es curioso, porque el NO de esa carta no me hundió. Supongo que nos enfrentamos a tantos obstáculos desde que llegamos a acá, que un NO más tampoco es determinante. De repente ese mal trago pasó y me encontré nuevamente buscandome la vida. Cómo sea. Seguí trabajando, disfrutando de mis amigos y de mi pareja que siempre estuvo al lado mío ayudándome y dandome ánimos. Y así pasaron otros cuántos meses. Cuándo casi se cumplían los dos años de mi estadía en España y ya tenía decidido volver a Argentina a visitar a la familia y a mis amigos, con mi pareja empezamos a barajar las diferentes posibilidades para solucionar mi "problemita".

Tras visitar a un abogado especializado en inmigración, finalmente decidimos casarnos. Hay quien lo verá mal y hay quién no. Nosotros no nos arrepentimos porque ante todo nos queremos y vimos en casarnos la única manera, rápida y efectiva, de que las cosas empezaran a cambiar y así poder inyectarle más estabilidad a nuestra relación. Cómo le gusta decir a él, le vimos una grieta al Estado y nos colamos por ahí. No me hizo un favor. En todo caso nos lo hicimos mutuamente. Él a mi dándome algo que no tenía y que permitía hacer más fácil mi vida acá y yo a él porque a partir de ahora ya puede dormir tranquilo, sin miedo a que la policia me pare por la calle y me pida los papeles y, en fin, me deporten y ya no pueda volver.

Hoy han pasado casi 7 meses desde aquel 8 de noviembre en que dijimos: "si quiero" y recién hoy, 5 de junio de 2009, me confirmaron que me conceden el NIE. Sí, siete largos meses en los que, a pesar de ser la esposa de un ciudadano español, no me permitieron trabajar ni consultar a un médico.

Y ahora que ya tengo lo que quería supongo que debería sentirme feliz a más no poder. Sin embargo, no es eso lo que siento sino una mezcla rara de sentimientos.

No voy a ser hipócrita y decir que no me alegro, claro que sí. Pero por otro lado, me indigna, me entristece. Porque me parece mentira que un plástico con un numerito pueda hacer de vos otra persona, pueda cambiar tu realidad. A partir de ahora no sólo me van a poder hacer un contrato de trabajo en condiciones sino que voy a poder salir de España cuándo quiera y cómo quiera sin tener que hacer cosas indecibles para poder hacerlo igual. Que fuerte suena, pero a partir de ahora voy a ser LIBRE.

En fin, a partir de ahora lamentablemente me van a mirar de otra manera. Ya no me van a poder decir: "Sin NIE no le podemos hacer un contrato de trabajo" o "Si puede pagarse un postgrado también puede pagar una seguridad social", ni nada de eso. Y sí, me alegro de por fin tener los papeles, pero también me entristece. Porque ahí afuera hay un muchísimas personas esperando lo mismo y, seguramente, no todas tendrán un final feliz como el mio.

Y me duele, porque todos los seres humanos somos iguales. Yo no me siento diferente de todos aquellos con los que compartí fila en Jacinto Benavente. Sin embargo, ahora, para el estado sí soy diferente. Ahora para ellos soy legal. Claro, porque tengo NIE. Que mierda!. Cómo si tener un papel me puede hacer diferente al resto. No es verdad, somos todos iguales y creo que no deberían poner trabas a quien sólo llega a un país con ganas de trabajar y de vivir dignamente, o simplemente por necesidades que muchas veces los que viven acá ni siquiera entienden.

"Ninguna persona es ilegal". Una frase muy sabia que leí hace algún tiempo y que creo que es una de las verdades más grandes. Nadie en este mundo es ilegal. Somos personas y debemos ser libres de transitar por el mundo. ¿Por qué las fronteras?. La historia es una historia de migraciones. O acaso España olvida su historia. Una historia de inmigración dónde sus ciudadanos fueron recibidos por otros países cuándo más lo necesitaban. Justamente aquellos países a los que hoy España les cierra la puerta de entrada. ¿Qué ironía no?

En fin, hoy estoy contenta porque finalmente voy a ser libre. Pero también me siento triste porque hoy confirmo, una vez más, lo injusto que es este mundo.

4 comentarios:

  1. Seguro que tu abuela, la española que salió de aquí en tiempos de la República porque no sabía lo que era un mísero bocata, se sonríe hoy al verte. No estoy tan seguro de que tenga la misma reacción al ver como te están tratando años después de que a ella se le recibiese con los brazos abiertos en Argentina. Pero bueno, la historia se repite y nuestros errores también.
    Yo, desde luego, sonrío también por una argentinita luchadora con alma de Mafalda (aunque ella diga que de Susanita) que está conquistando tierra española.

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  2. Ele, amiga, que bueno que suerte!!!! Como ya te dije, las cosas que te bancaste, no cualquiera lo hace, solo alguien como vos, con ganas de lucharla, con metas claras....con un saber a donde quiero llegar..Y VOY A CONSEGUIRLO!!! Me alegro muchisimooooo, conseguiste lo que querias mas alla, de la adversidad, no bajaste nunca los brazos...y eso te hace la persona, fuerte y valiente que hoy sos!!!!! Q joyita se llevo Carlos, te quiero mucho y ya nos estamos viendo, en cualquier momento!
    Cuidate mucho! Besos!!!

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  3. me has hecho llorar, ya no puedo ni felicitarte por el nie...

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  4. Enhorabuena¡ Es triste, pero ahora eres "diferente" a otros inmigrantes que no tienen el documento plastificado. Supongo que tienes que estar contenta y rara a la vez¡ Un abrazo

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